Testimonio

El cuidado de madres adolescentes como mujer en el apostolado

Soy ciudadana de un pequeño país llamado Timor Oriental, situado en el sudeste asiático, entre las dos gigantescas naciones de Indonesia y Australia. Mis experiencias como mujer timorense de un país con una larga historia de lucha por la independencia han conformado mi forma de ver el mundo, mi comunidad y mis hermanos y hermanas timorenses. Esta es la base que me impulsa a hacer lo que hago.

Desde mi infancia, he sido testigo del sufrimiento de la gente a mi alrededor debido a la guerra civil, la opresión, la falta de alimentos y agua potable, y la falta de acceso a servicios básicos, como un hospital. Incluso hoy, en 2024, casi la mitad de nuestra población sigue viviendo en la pobreza, concentrada predominantemente en zonas rurales y remotas. Persiste la desnutrición infantil y la violencia contra las mujeres sigue siendo alarmantemente alta, lo que plantea retos muy difíciles de superar. Esta es la realidad a la que se enfrenta la mayoría de la población timorense. Si una persona o familia no se encuentra directamente en esta situación, es probable que conozca a alguien que sí lo esté. Prácticamente todas las personas de Timor Oriental conocen íntimamente el profundo impacto de la pobreza. En nuestra pequeña nación insular de 1,3 millones de habitantes, la pobreza no es una mera estadística; es una faceta ineludible de nuestra vida cotidiana.

Las penurias de mi pueblo son lo que alimenta mi pasión por comprometerme directamente con los más afectados, especialmente en las zonas rurales y remotas, donde participo en un proyecto de seguridad alimentaria desde el año pasado. Sin embargo, mucho antes de mi viaje con el Servicio Social Jesuita, ya había trabajado con agricultores, cooperativas y grupos de mujeres en zonas rurales desde 2008.

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Mi preocupación más profunda son las mujeres y los niños de la comunidad a la que sirvo, especialmente las madres adolescentes. Me llegan profundamente al corazón y al alma. A pesar del agotamiento evidente en sus tiernos cuerpos y sus ojos cansados, siguen saludándonos con sonrisas cálidas y generosas. Me duele verlas cargando bebés desnutridos y asumiendo responsabilidades que superan con creces su edad. En lugar de ir a la escuela y disfrutar de su adolescencia, se ven empujadas a la edad adulta prematuramente, con la tarea de cuidar de sus hijos, administrar el hogar, trabajar en el campo y vender verduras en mercados lejanos. Me preocupa su seguridad. Siguen necesitando que sus padres se ocupen de ellas, pero ahora son las principales cuidadoras y las primeras educadoras de sus hijos.

Al principio de mi carrera, reconocí la vocación de marcar una diferencia significativa en la vida de los demás. Sin embargo, a menudo sigo preguntándome: "¿Estoy haciendo lo correcto?". Hay momentos en los que me siento agotada, cuando parece que mis esfuerzos no han dado resultado. El cambio llega tan lentamente, y cuando pensamos que hemos dado un paso adelante, hay fuerzas que nos empujan dos pasos hacia atrás. Mi relación con Dios es lo único que me sostiene en mi lucha.

Estos días rezo por la paz en el mundo y, en particular, por la paz en mi país. Con la población joven que tenemos, en su mayoría católicos, rezo por la unidad y la resistencia de nuestra comunidad. Rezo para que más líderes como yo utilicen tanto nuestro intelecto como nuestros corazones, buscando la guía de Dios en todos nuestros esfuerzos. Rezo para que los timorenses comprendan realmente el significado de hacer de "Dios el centro de todo lo que hacemos", y lo pongan en práctica en nuestras familias, lugares de trabajo y comunidades. Yo también sigo aprendiendo.

Me encanta rezar el rosario y disfruto mucho escribiendo mis oraciones, como si escribiera una carta a Dios. A veces leo versículos de la Biblia y reflexiono sobre ellos. Uno de mis versículos favoritos es el de 1 Corintios 13, 4-7:

El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Así es como me comunico con Dios, compartiendo mis cargas y pidiéndole perdón y fuerza para convertirme en un instrumento de apoyo para las personas vulnerables, en particular las madres jóvenes y sus hijos. Rezo para que todas mis acciones estén guiadas por Su sabiduría y amor, y para que Su gloria brille a través de cada acto de servicio y compasión.

Elsa Pinto, Servicio Social Jesuita - Timor Oriental

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Publicado por SJES ROME - Coordinador de Comunicaciones in SJES-ROME
SJES ROME
El SJES es una institución jesuita que ayuda a la Compañía de Jesús a desarrollar la misión apostólica, a través de su dimensión de promoción de la justicia y la reconciliación con la creación.

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