Latin America – Una experiencia durante la pandemia

CANAT (Centro de Apoyo a Niños/as y Adolescentes Trabajadores) es una obra de la Compañía de Jesús que realiza su trabajo en Piura (Perú). Los niños, niñas y adolescentes a los que acompaña provienen de familias en situación de pobreza y pobreza extrema de las zonas rurales y urbanas periféricas. Tratamos de velar por la promoción y defensa de sus derechos, para incluirlos en los procesos económicos, políticos y sociales de la región y del país.

El impacto social, económico y, por ende, emocional que generan las crisis globales en la vida biopsicosocial de los seres humanos depende en gran medida de la capacidad de respuesta del individuo a la experiencia que vive, y esta misma está vinculada a los recursos internos con los que cuente o no cada persona. En el 2020, muchas personas perdieron la vida y hoy en día muchas siguen sufriendo los efectos de la pandemia; pues deben enfrentarse a innumerables problemas en la vida familiar, social, pero sobre todo económica, pues la pandemia ha incrementado la pobreza y el hambre.

En CANAT, la pandemia la hemos vivido en tres etapas: una virtual, una semipresencial y la última, tratando de volver a la presencialidad y encuentro total. Y en todo este tiempo hemos podido vivir esta experiencia como una oportunidad de aprendizaje colectivo.

Durante más de dos años, la pandemia nos ha enseñado y casi obligado a mirar lo importante de la vida humana, lo frágil que resulta ante situaciones imprevisibles y lo importante de priorizar la salud física con acciones concretas. Como, por ejemplo, la entrega de material de higiene y alimentos, pues en este tiempo de emergencia sanitaria las familias tenían más miedo al hambre que a la COVID-19. Asimismo, otra de las prioridades ha sido la salud mental: la importancia del soporte emocional a través de las llamadas telefónicas, el acompañamiento y la formación a través de los grupos de WhatsApp han sido fundamental en el soporte a las familias.

La educación ha sido otra de las prioridades, articulando con las instituciones educativas para dar soporte a la población de los Centros de Educación Básica Alternativa y Centros de Educación Técnico Productiva.

Desde CANAT creemos que la educación es lo único que puede romper con las enormes brechas en la igualdad de oportunidades para una sociedad más justa, donde se gesten condiciones de vida favorables para el desarrollo óptimo de niñas, niños y adolescentes.

Durante la pandemia se han profundizado las carencias en los servicios del Estado, especialmente en educación y salud. La educación gratuita y de calidad en nuestro país sigue siendo un sueño, y en las zonas alejadas y excluidas no llega al nivel mínimo; ya sea por falta de infraestructura, recursos humanos o por la pobreza material en las familias. En el 2020 y 2021, el nivel de deserción escolar fue enorme. Las familias se enfrentaron a una exigencia para la cual no estaban preparadas, tanto a nivel de capacidades personales como de herramientas tecnológicas. Este hecho produjo un retroceso en los procesos de aprendizaje de niñas, niños y adolescentes, y generó afectaciones en otras áreas de la vida, como las relaciones y la salud mental.

Desde nuestra misión, cada año intentamos disminuir esas barreras para que niñas, niños y adolescentes tengan oportunidades educativas en los servicios del Estado. Estos objetivos los logramos a través de la articulación y convenios con instituciones educativas en los niveles primario, secundario y técnico superior; así como de la mano de ellas mismas promover el desarrollo integral.

A partir del acompañamiento psicosocial, afirmamos como núcleo de toda sociedad a la familia, donde cada persona es digna por el hecho de serlo. Esta enseñanza es la que promovemos en cada encuentro compartido durante estos años, con la convicción de que la familia es el lugar donde surgen los aprendizajes más significativos de la vida para las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, sus afectos y los vínculos de pertenencia en ese primer encuentro social.

“En mi familia nos sentimos felices por tenernos confianza y amor, juntas nos ayudamos, con esfuerzo logramos salir de los problemas al saber comprender a los demás” Familia Martínez Arce. Ludoteca de Mónica Zapata – Zona urbano-periférica -Piura.

“Antes de la pandemia no compartía con mi familia, más pasaba con mis amigos, con la pandemia descubrí lo importante y bonito de compartir tiempo en familia, ahora valoro esos momentos”.Evelyn Coveñas de 19 años – Yapatera.

En estos dos años de trabajo, en una primera etapa virtual y en una segunda presencial, las familias han aprendido a valorar aspectos importantes de la vida como son los vínculos afectivos, la salud mental y su impulso para acceder a ella; abriendo las puertas a la psicología muchas veces estigmatizada en su entorno por la falta de promoción de estos servicios desde el estado. A través de espacios de acompañamiento en su espacio físico han encontrado momentos para comprenderse dentro de la experiencia y sobreponerse a las perdidas.

“Perdí a mi esposo por la pandemia, me sentía perdida, no sabía qué hacer, con el acompañamiento psicológico pude volver a trabajar, a ser yo. Aun duele, pero estoy mejor”. Silvia Moscol 43 años. Zona rural.

Los niños y niñas jugando y pintando obtienen factores de protección para su salud mental. Sus miradas y sonrisas declaran que en ellas/os está el presente y futuro, invitándonos a seguir cuidando de su vida de la mano de sus familias, Estado y comunidad.

“Cuando voy a la ludoteca me siento feliz, porque puedo jugar con mis amigos, cuando no había me sentía triste”. Fatima Criollo Llacsahuanga 7 años. Zona urbano-periférica.

Los y las adolescentes líderes en sus comunidades rurales y barrios urbanos muestran su ímpetu y fortaleza para enfrentar las barreras económicas, culturales y familiares, que en ocasiones oscurecen sus sueños. La ilusión con la que construyen proyectos de vida son luz para sus comunidades y la promesa de cambios. En sus comunidades comparten lo que pueden, se organizan para ayudar a los enfermos, son un ejemplo de solidaridad.

“Me siento feliz cuando dibujo, me relajo, he pintado un logo para mi negocio, quiero ser repostera” Judith Ramos 18 años, (primer año de Repostería en el CETPRO de La Arena).

Ellas y ellos son sin duda la esperanza de los cambios para una sociedad más justa y equitativa.

Desde CANAT, nuestro centro es el desarrollo integral de la persona, los derechos son nuestra bandera; y el juego, el arte y el deporte, nuestras herramientas para promover el desarrollo favorable y la salud mental.

Pretendemos seguir abriendo puentes entre las personas, la comunidad, y el Estado.


Compartimos el artículo de Gabriela Rentería, directora de CANAT, obra jesuita en el norte de Perú, publicada en la revista INTERCAMBIO.

Imagen e información de intercambio.pe

Fuente : Jesuitas.lat

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