Testimonio

Algo nuevo está naciendo…

Las cifras se dicen rápidamente, pero los rostros y los nombres de cada uno te revelan que son personas las que están falleciendo, son familias enteras las que están sufriendo, el dolor y la muerte están tocando a la puerta de más de 11,000 familias peruanas que no han podido ni velar ni enterrar a sus muertos, y sigue creciendo el número de contagiados sin percibirse cuándo terminará esta pandemia.

Con mucho dolor compruebo que por más esfuerzos que hace el gobierno por combatir el covid 19, por evitar las muertes; los contagios y los fallecimientos aumentan día a día.

Carmen Rosa de los Rios Baerti, Peru (CPAL) Carmen Rosa de los Rios Baerti, Peru (CPAL)

Esta pandemia ha develado las enormes brechas estructurales que hay en nuestra sociedad, las mismas que se han agudizado a raíz de décadas de corrupción en las altas esferas del gobierno; tenemos varios presidentes en proceso penal por ese motivo. La población antes decía: “no importa que robe pero que haga obra”. Hoy se dan cuenta que sí importa. Ese enriquecimiento ilícito produce la muerte de miles, no se mejoró el sistema de salud, ni el sistema educativo, y hoy vemos las consecuencias. Un sistema de salud precario que colapsa en la capital y en las regiones. Un sistema educativo que no llega a todos, ampliando nuevamente las brechas entre los peruanos. Miles se quedaron sin su precario trabajo. Subempleo disfrazado de empleo. El desarrollo ficticio que afirmaba que el Perú había salido de la pobreza se reveló crudamente: un tercio de la población no tiene refrigeradora y debe salir a comprar sus víveres todos los días, la mayoría trabaja de manera informal, ganando el pan –literalmente cada día- con el sudor de su frente: si no trabajan, no comen. Por ello, al decretarse la cuarentena, más de 100,000 personas salieron a las calles intentando retornar a pie a sus regiones, a las zonas rurales de donde habían salido para buscar una vida mejor en la capital, la misma que hoy los expulsa. Y llegaron a decir: “Prefiero morir de covid que de hambre”.

No solo sufrimos la pandemia del covid 19, sino sufrimos la pandemia de la injusticia, de la corrupción, de la falta de búsqueda del bien común. Los pobres, las mujeres, los migrantes, los internos de los penales, los excluidos de siempre son los que más sufren esta situación.

¿Que nos quiere decir Dios en todo esto? Oímos su voz en el llanto de los pobres y en el grito de la naturaleza. Oímos su voz en el liderazgo profético del Papa Francisco: “hemos continuado imperturbables pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”. Realmente esto no es posible y luego de la pandemia no podemos seguir como si nada hubiera pasado. Tenemos la tarea de sanar nuestro mundo enfermo.

Como seguidores de Jesús de Nazaret, creemos firmemente que el evangelio es la fuerza salvadora de Dios “sembrada” por Jesús en el corazón del mundo y de la vida de todas las personas. En medio de la pandemia también encontramos bondad, generosidad, amor, solidaridad. La cuarentena ha ampliado en muchos el deseo de vivir como humanos, de rescatar lo más valioso de la vida, la vida en familia, la amistad, la vida sencilla, el cuidado de la naturaleza, la paz y hasta el deseo de mayor profundidad, de buscar lo que trasciende, de encontrar un sentido a la vida más allá del consumir o de trabajar sin rumbo descuidando lo principal.

La energía transformadora del evangelio está trabajando a la humanidad. La sed de justicia y de amor seguirá creciendo. Él nos fortalece para sanar este mundo, no solo del coronavirus, sino de la pandemia del hambre, del racismo, de la injusticia, de todo tipo de exclusión. Sanar este mundo enfermo es construir de otra manera la sociedad, la iglesia, nuestras vidas personales, familiares, nuestra relación con la naturaleza.

Dios Padre nos llama a manifestar una fraternidad real. La fraternidad real se manifiesta en un cambio de estructuras, un cambio de la manera en que está construida la sociedad. Se trata de reconstruirla desde los pobres, desde los vulnerables, para que todos tengan agua, todos tengan comida, todos tengan trabajo. Derechos humanos básicos, negados para gran parte de la humanidad.

Con la conciencia de que todo está interconectado, el bien que hacemos tiene su efecto transformador más allá de nuestra pequeña realidad. Ser más hermanos, más humanos es construir el bien común desde los más vulnerables. No permitir la antigua normalidad de la injusticia, construir una nueva normalidad al estilo de Jesús de Nazaret que no se conformó sino que introdujo una nueva manera de ver las cosas, de actuar, de priorizar. Él es fuerza transformadora pero necesita de nosotros para ejercerla.

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Publicado por SJES ROME - Coordinador de Comunicaciones in SJES-ROME
SJES ROME
El SJES es una institución jesuita que ayuda a la Compañía de Jesús a desarrollar la misión apostólica, a través de su dimensión de promoción de la justicia y la reconciliación con la creación.