Testimonio

Vivir sencillamente, sostener y compartir

Ms.Vilaiwan Phokthavi (Kep) – Jesuit Prison Ministry Thailand (TAI) Ms.Vilaiwan Phokthavi (Kep) – Jesuit Prison Ministry Thailand (TAI)

El señor Vieng es un hombre fuerte de 57 años, oriundo de Laos. Lo conocí en 2009 en una prisión tailandesa en la que trabajo como miembro de la pastoral penitenciaria que atiende la Compañía. Vieng es un hombre muy trabajador y humilde al que le encanta la jardinería y la horticultura.

Fue arrestado en mayo de 1997 por tráfico de drogas a causa de su ingenuidad. Intentó defenderse declarando que se había visto involucrado en el asunto sin ser realmente consciente de lo que hacía; como consecuencia, fue condenado a 40 años de privación de libertad.

Durante los años que estuvo preso, Vieng cultivó verduras que regalaba a otros internos y a quienes trabajábamos en la cárcel. Siempre aguardaba con ilusión nuestras visitas y, como signo de gratitud, cada vez que íbamos nos ofrecía una buena cantidad de verduras para que las lleváramos a casa. Agradecía profundamente las actividades religiosas que celebrábamos en la prisión y nos consideraba su familia. Siempre estaba sonriente y vivía al día, en conformidad con las enseñanzas budistas.

Vieng fue puesto en libertad en mayo de 2013 después de pasar 16 años en prisión. Al regresar a su país, descubrió que, durante este tiempo, su mujer y su hija se habían marchado de casa. Su libertad se tornó de golpe en vacío. Solía llamarnos de cuando en cuando para contarnos lo difícil que le resultaba afrontar tal soledad, privado de todo y sin nada que hacer.

En marzo de 2014 visitamos por primera vez a Vieng en Vientiane. Vivía en una pequeña habitación en casa de su hermano y todavía era incapaz de aceptar lo que le había sucedido. Sentía que había perdido la dignidad y no sabía cómo empezar de nuevo su vida después de tantos años en prisión. Aunque recibía cariño y apoyo de sus hermanos y hermanas, tenía la sensación de estar mendigando todo el tiempo.

En junio de 2015 volvimos a visitarlo. Residía en un nuevo lugar, en una parcela que pertenecía a su familia y en la que era propietario de una parte de las tierras, que entretanto habían sido puestas en venta. Las tierras eran bastante valiosas, puesto que eran amplias y se extendían a orillas del río Mekong, enmarcadas en un bello paisaje. Vieng había construido una pequeña cabaña allí y cultivaba algunas verduras. Daba pena ver el cartel: “Tierra en venta”. Cuando le preguntamos por qué quería vender las tierras, nos contestó que no le pertenecían solo a él, sino también a sus hermanos y hermanas. Si las vendían, el dinero que le correspondiera le permitiría comprarse otras tierras en las que montar una granja y recibir con orgullo a su familia y amigos. También nos confesó que le rompería el corazón vender la parcela de su familia y que era muy consciente de lo difícil que le resultaría encontrar otras tierras igualmente fértiles en un entorno tan hermoso como aquel.

El “sentimiento de pertenencia” era muy importante para Vieng en aquellos momentos. Dedicamos unos cuantos ratos al discernimiento, para ayudarle a considerar algunos hechos importantes. Se sentía feliz con su familia, y su familia estaba feliz de que él se dedicara a cultivar la tierra común. A Vieng le encantaba compartir con su familia y con otras personas las frutas y verduras que recolectaba. Amaba aquella comarca y las vistas del río Mekong, amaba las tierras de su familia. Tratamos de hacerle comprender que todos estos hechos representaban buenas razones para conservar esa parcela. Si la vendían, a él solo le correspondería una sexta parte del dinero que obtuvieran y con esa suma se compraría unas tierras para él solo. De acuerdo, pero ¿le ayudaría eso en algo de cara a su futuro? Al final quitó el cartel de: “Tierra en venta”. Aun así, nos dijo que reconsideraría la cuestión.

En enero de 2016 visitamos a Vieng por tercera vez, y me dio gran alegría comprobar que todavía conservaba las tierras a orillas del río Mekong. Fue muy agradable que a nuestra llegada, junto con Vieng, estuvieran esperándonos su hermana y su cuñado, la hija de Vieng y el hijo de esta (o sea, su nieto), además de dos sobrinos. Vieng me sugirió que en el próximo viaje me trajera también al equipo de pastoral penitenciaria. Me dijo que soñaba con construir una pequeña cabaña para que pudiéramos pernoctar en ella y me mostró el lugar desde el que, en su opinión, tendríamos las mejores vistas.

Si bien es rica y fértil, la tierra a orillas del río requiere mucho tiempo y duro trabajo. Rezamos por Vieng y por su corazón humilde y diligente. Le damos gracias a Dios por el regreso de su hija y su nieto y por el amor que recibe de su familia. Para él supone un gran aliento que su vida se base en el compartir más que en el poseer.

Aunque el duro trabajo y la pobreza todavía se ciernen sobre su vida, hemos sido testigos de la felicidad que Vieng experimenta en compartir con su familia y sus vecinos. Algunas veces, cuando está muy cansado nos llama y nosotros le animamos a resistir, como hacen los buenos amigos. Me siento realmente afortunada de ser amiga de Vieng, porque yo también recibo de él mucho aliento.

El orgullo de decir: “Esto es mío”, no es mayor que el de decir: “Esto es nuestro”. Cuando voy a Vientiane, siento que tengo una casa a orillas del río Mekong, que uno de mis hermanos vive allí. Compartimos nuestra casa, nuestro mundo; Dios es nuestro Padre, y nosotros somos hermanos y hermanas. Es un sentimiento maravilloso.

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Publicado por SJES ROME - Coordinador de Comunicaciones in SJES-ROME
SJES ROME
El SJES es una institución jesuita que ayuda a la Compañía de Jesús a desarrollar la misión apostólica, a través de su dimensión de promoción de la justicia y la reconciliación con la creación.