Testimonio

Construir relaciones justas en Camboya

Gabriel Lamug-Nañawa SJ Gabriel Lamug-Nañawa SJ

A punto de completar ya el tercer año de existencia del Programa de Ecología del Servicio Jesuita de Camboya, echamos la vista atrás y nos preguntamos: “¿De qué cosas podemos estar contentos desde que comenzamos a trabajar juntos por el medio ambiente en Camboya?”.

Empezamos a principios de 2013 con dos recién egresados de Banteay Prieb, nuestra escuela profesional para personas con discapacidades. Sokhom y Chanthon eran dos jóvenes varones que poco antes habían terminado con éxito el curso de agricultura: Sokhom(con 28 años a la sazón), un pescador que había padecido la polio de pequeño, y Chanthon (de 23 años en aquel entonces), también pescador, que había perdido la pierna izquierda en un accidente de motocicleta.

Juntos construimos un vivero y tanto Sokhom como Chanthon aprendieron enseguida a cultivar plantones de árboles autóctonos de madera noble. Fueron unos humildes comienzos, pero no nos faltaba entusiasmo ni alegría y estábamos deseosos de intentar cosas diferentes.

Una grandísima parte del contexto medioambiental camboyano tiene que ver con la deforestación. De hecho, según un estudio realizado este año por el World Resources Institute, Camboya es el país con la tasa de pérdida de masa forestal más elevada del mundo entre 2001 y 2014, debido principalmente a las concesiones de tierras productivas. La deforestación es un asunto realmente peligroso en Camboya, ya que son magnates poderosos y bien relacionados quienes roturan tierras y algunos periodistas y activistas, como, por ejemplo, Chut Vuthy, han sido asesinados a causa de sus pesquisas o protestas.

Una de las cosas con las que los miembros del grupo afirman sentirse contentos es que inconscientemente hemos desarrollado una cultura de equipo basada en el compartir, el respeto y la confianza. Existe un intercambio frecuente y libre de ideas, caracterizado por la escucha mutua, el respeto de las posiciones de los demás y el discernimiento en común de las diversas opciones según sus pros y contras, no según la persona que las haya propuesto. Hay acogida, no discriminación. Esto no es irrelevante, especialmente tratándose de personas a las que no se anima precisamente al debate libre y abierto. “Cuando tenemos que decidir algo importante, se escucha la opinión de todos, ¡incluida la mía!”, dice Bory (22), el último en incorporarse al equipo.

También estamos bastante satisfechos de nuestra baja huella de carbono. La oficina funciona completamente con energía solar, ya que todo el suministro eléctrico procede de paneles solares. Nuestros teléfonos móviles los carga el sol. El papel se reutiliza y luego se vende a recicladores. Los restos de comida se convierten en abono para los plantones. Las emisiones de carbono del coche que utilizamos son compensadas por los árboles que plantamos. Y a cada miembro del grupo se le da una botella de agua, de modo que no haya que comprar agua en botellas de plástico desechables. A quienes no obstante las compran se les hace pagar un “impuesto de residuos sólidos”. Si nos esforzamos por ser administradores responsables de la creación de Dios, resulta pertinente examinar nuestro propio estilo de vida y hacer todo lo que está en nuestra mano para pisar suavemente la Tierra.

Una de las tareas con las que más disfrutamos es impartiendo talleres a escuelas o comunidades sobre diferentes temas medioambientales. Chanda (22), que es la “maestra” principal cuando vamos a escuelas, pone diapositivas y vídeos y habla sobre el valor de los bosques, los efectos nocivos de la basura, etc. Ella dice: “Disfruto cuando disfrutan los niños, cuando se quedan boquiabiertos al ver animales extraños en la pantalla y los reconoce, cuando de algún modo se dan cuenta de cómo sus acciones afectan a esos animales”. Así se plantan en un sentido real semillas de comprensión en los corazones y las mentes de los niños.

Pero trabajar con las comunidades de las zonas forestales es quizá lo que más nos cansa y a la vez más nos llena. Como la deforestación define el escenario y la naturaleza del drama, y son los hombres de negocios y los funcionarios gubernamentales quienes dominan la escena, nosotros nos esforzamos por apoyar a los aldeanos de estas comarcas, en especial a las comunidades indígenas Kuy, como en Prey Lang, cuya voz e intenciones son en gran medida ignoradas. Una de las maneras en que tratamos de ayudar a estas comunidades es cooperando con ellas en la replantación de las partes desmontadas de sus bosques, que tienen un elevado valor de biodiversidad y que, por consiguiente, son importantes para el ecosistema global de la región. Este compromiso empodera también a los miembros de nuestro grupo, como dice Sokhom, quien ha ayudado a cultivar más de 20.000 plantones en nuestro vivero. “Me siento orgulloso, porque he tenido la oportunidad de ayudar a la sociedad y de servir a mi país”. Los miembros de nuestro grupo, todos ellos con discapacidades, se ven ahora a sí mismos menos como beneficiarios de prestaciones y más como personas capacitadas para servir a sus conciudadanos.

Por lo que a mí respecta, me siento feliz por la manera en que se han desarrollado los cimientos que pusimos en su día y porque ahora estamos en condiciones de llegar más lejos y más hondo en comunidades como Prey Lang y Stung Sen, que de hecho constituyen el soporte ecológico de la región. Las comunidades son manantiales que nos dan vida; permanecer cerca de ellas nos mantiene en la periferia y nos recuerda nuestra misión. Estamos contentos de acompañar a los aldeanos y a las comunidades indígenas, cooperando con ellos en la búsqueda de un cambio positivo, a fin de que todos podamos vivir la solidaridad con la creación y de unas personas con otras.

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Publicado por SJES ROME - Coordinador de Comunicaciones in SJES-ROME
SJES ROME
El SJES es una institución jesuita que ayuda a la Compañía de Jesús a desarrollar la misión apostólica, a través de su dimensión de promoción de la justicia y la reconciliación con la creación.